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METODOLOGIA (CHATIRITY ORGANIZATION SOCIETY)

CHARITY ORGANIZATION SOCIETY (COS)


La COS (Charity Organization Society) se creó en Inglaterra en el año 1869 con diferentes objetivos tales como:
-Reprimir la mendicidad
-Ayudar a los verdaderos necesitados
-Estimular la independencia y hacer entender que la familia era una gran unidad
-Crear un buen sistema para que así no existiera el pauperismo puesto que la pobreza existía porque la gente conseguía fácilmente los medios
(La COS se creó porque por aquellos tiempos existían sociedades caritativas privadas que daban soluciones rápidas y a corto plazo, entonces los pobres del lugar no se molestaban en trabajar)
Propusieron tres remedios para la pobreza:
-Evitar que se diera dinero indiscriminadamente
-Ofrecer amistad para el autorrespeto
-Investigar las causas de esa pobreza
En la COS, al igual que en toda Inglaterra, se produjo una divergencia entre aquellos que decían que la culpa de la pobreza era de cada individuo y aquellos que apuntaban que la culpa era del sistema social...
La COS proporcionó el fundamento tanto al Trabajo Social con casos, como al Trabajo Social con comunidades.
La C.O.S., fundada por Henry Solly, recomendó la creación de un consejo que coordinara las actividades benéficas privadas y públicas. Pero fue Sir Charles Stewart Loch, secretario general durante casi 40 años, el auténtico propulsor de su espíritu.
Fundada por reformadores sociales, su filosofía se inspiraba en las ideas de Thomas Chalmers: el individuo es el causante de su pobreza, y por tanto debe buscar y encontrar los recursos para salir de ella.
Su objetivo era reducir la pobreza mediante la aplicación de una administración más eficiente de los recursos disponibles, predicando por encima de todo la autoayuda, y evitando así la ayuda indiscriminada que se estaba dando en las sociedades caritativas existentes. El programa de la C.O.S. constaba de los siguientes puntos:

Alentar el crecimiento de instituciones privadas.
Dividir la ciudad en pequeños distritos.
Establecer un departamento de investigación.
Formar agentes de caridad mediante lecturas escritas y prácticas.
Prestar ayuda material y moral.

En base a estos principios se deducía que ninguna obra de caridad estaría completa si no se colocaba a la persona beneficiaria en una situación de autonomía. Pero para ello era necesario un completo conocimiento de las circunstancias de estas personas, así como la activa colaboración de la familia del socorrido.
 

 

 

 

 

 

 

LA APORTACION DE M. E. RICHMOND

 

En 1917 Mary Richmond publicó esta obra basada en sus amplios conocimientos de distintos aspectos sociales. En él establece una teoría y un método, el casework, que durante algunos años fue el principal punto de referencia de la profesión. M. Richmond fue una persona organizada y sistemática en su trabajo, al mismo tiempo que extremadamente creativa e innovadora y, al igual que ocurre con los autores más importantes en el ámbito del trabajo social, en esta obra el público lector hallará aportaciones que, más tarde, y a través de otras disciplinas, han sido más ampliamente conceptualizadas. La concepción de la familia como un grupo, como un conjunto, nos acerca a los enfoques sistémicos posteriores.
El uso de los datos empíricos y de la inferencia de los mismos para llegar a un diagnóstico psicosocial implica la capacidad de establecer hipótesis y de interpretar la realidad del usuario. La investigación aparece como elemento para influir en las formas de ayuda y en el establecimiento de leyes y creación de servicios.
Diagnóstico Social es un tratado de metodología de trabajo social. No faltan en él texto que aluden a temas incipientes en la época de Richmond, como la consideración de los aspectos éticos: la confidencialidad, el uso pertinente de la información y los valores que subyacen a la actitud de ayuda.
Mary E. Richmond (1861- 1928) Nace en Belleville, Illinois, el 5 de agosto de 1861. En 1878 obtuvo el título de bachillerato en el High School de Baltimore. En 1889 comienza a trabajar como tesorera auxiliar para la Organización de la Caridad de Baltimore. Dos años después fue elegida secretaria general de la organización, cargo que ocupó durante diez años; allí desarrolló sus ideas propias, como la importancia de conocer los antecedentes de las personas que necesitaban asistencia social.
Una de sus primeras obras fue un pequeño manual, Friendly visiting among the poor: a handbook for charity workers (1899), donde precisa los aspectos que son importantes para realizar un trabajo de asistencia en los hogares de los pobres.
En 1897 intervino en la Conferencia Nacional de Instituciones de Caridad donde señala la necesidad de crear un centro de formación de los trabajadores sociales. El año siguiente se concreta esta idea, creándose la Escuela de Filantropía Aplicada, en Nueva York, a la que se incorporó como docente.
En 1921 obtuvo el título honorario de máster de las Artes del Smith College por "instituir las bases científicas de una nueva profesión". Este título la consagra como una de las principales fundadoras del Trabajo Social.
Pero, sin duda alguna, la grandeza de Mary Richmond radica en su temprana contribución a la teoría y al método de la disciplina que desarrolla en sus dos libros fundamentales, Social Diagnosis (1917) -el primer trabajo comprehensivo sobre la teoría y el método del trabajo social- y What is social case work?: an introductory description (1922), con los que, en cierta medida, quedó institucionalizado el término de trabajo social de casos. Sus obras han influido durante generaciones en los trabajadores sociales de todo el mundo.

 


 
 
CONCEPCIÓN ARENAL
 

Vocación Feminista

Concepción Arenal dedicó su pluma a la reivindicación de las situaciones marginadas; escribió para que la leyeran, para que la entendieran, para que sus lectores participaran en sus ideales. Uno de los aspectos más progresistas de Concepción Arenal es su consideración de la mujer como ser humano marginado a quien hay que ayudar, estimular y respetar, no en rendiciones galantes, ni en modales encantadores y protectores, sino educándola en la dignidad de su propia condición. Como escritora, Concepción Arenal eligió el género y los medios más accesibles a los lectores: el género epistolar y el folletín. Las obras que presentan esta vocación de Concepción Arenal son: HYPERLINK "Obras.html"La mujer del porvenir,La educación de la mujer, El estado actual de la mujer en España, El trabajo de las mujeres, La mujer de su casa, y El servicio doméstico.

Proyección Activista

Aparte de su actividad de escritora, Concepción Arenal fue activista de sus ideas sustentadas en sus artículos y libros: conoció el horror de las cárceles de mujeres y hombres, la inmisericordia y miseria de hospicios y manicomios, y hasta en la guerra civil carlista acompañó a las tropas cristianas para atender heridos de ambos bandos y dirigió el adecentamiento del hospital de campaña que se montó para atender a tantos hombres moribundos y heridos. Tanta actividad, le hizo ser merecedora del nombramiento de visitadora de prisiones de mujeres en 1863 en La Coruña, cargo al que renuncia sin justificación aparente en 1865. En 1868, es nombrada inspectora de casas de corrección de mujeres, cargo que ocupa hasta 1873. En 1871-72, fue nombrada secretaria general de la Cruz Roja. También fue miembro de la Junta Directiva del Ateneo de Señoras, fundado en Madrid por Fernando de Castro.

La figura de Concepción Arenal tiene especial interés, no sólo por la lucidez de sus análisis, o por el hecho de ser una mujer que escribe de asuntos sociales en un tiempo y, sobre todo, en un tono, en que no era habitual hacerlo, sino también por uno de los rasgos más originales de su obra, que es el sentido práctico. Son muchas las virtudes de esta mujer excepcional: su sinceridad, su curiosidad intelectual, su amplitud de miras, su elegancia espiritual, su elevación moral y su generosidad sin límites, pero esto del sentido práctico es mercancía que ha escaseado bastante por estos lares, donde siempre se ha admirado tanto, en cambio, a los oradores, y se manifestó en ella como un rasgo particular de su carácter.

En 1863 es nombrada visitadora de prisiones y se traslada a La Coruña, donde autores de la época la recuerdan con su sencillo vestido negro a la inglesa, incansable en la visita y el consuelo de presos, enfermos y necesitados. Con el Sexenio revolucionario su actividad pública crece. Recibe el encargo de redactar una ley de Beneficencia, colabora en la organización de la Cruz Roja y, durante la guerra carlista, dirige un hospital de sangre. Sin embargo, sus desencuentros con el gobierno son cada vez más profundos. Cansada y enferma, se establece en Gijón, donde su hijo trabaja como ingeniero. Sigue escribiendo y continúa siempre entregada a su labor asistencial. Siguiendo los traslados de su familia, se establece en Pontevedra, y más adelante en Vigo, donde muere el cuatro de febrero de 1893. Los años y los sufrimientos no habían debilitado su carácter ni le habían hecho perder el humor ni el buen gusto, pues en su lecho de muerte suplica a una monjita que no vuelva a recitarle unos versos muy piadosos, pero muy malos, sobre la resignación cristiana, eso sí, suavizando amablemente su petición con la promesa de que, si sanaba, ya le compondría ella "otros más bonitos con el mismo asunto"3.

Sus escritos nos muestran la variedad de sus intereses: la cuestión social, el pauperismo, la situación de las prisiones, el papel de la mujer, la educación...Siempre combina sus lecturas con una reflexión lúcida y serena, y con un conocimiento directo de las realidades a las que trata de poner remedio, nacido de su constante ejercicio de la caridad. En ella, la actividad caritativa despierta la reflexión y la necesidad de más amplios estudios, mientras que éstos la llevan a buscar soluciones viables y prácticas y nuevos modos de actuación, estando dotada, además, de una firme voluntad que le impedía abandonar la empresa que le parecía justa, por largas que fueran las dilaciones o muchos los obstáculos. Nunca fue una revolucionaria, pues detestaba la violencia. Era, en cambio, partidaria de reformas pacíficas conseguidas mediante el acuerdo, la comprensión y la buena voluntad; además, tampoco tenía una idea demasiado elevada de la política, que le parecía, en la mayoría de los casos, un terreno poco limpio moralmente, lleno de componendas oscuras y a menudo vergonzosas. Pero siempre se mantuvo firme y nunca tuvo pelos en la lengua para denunciar cualquier abuso y poner de relieve la pobreza, la injusticia, las desigualdades, la ignorancia, que ponían en tela de juicio la pretendida modernización de España. Como señala alguien que la conoció bien, su compasión ante el dolor humano es el punto de partida de todos sus estudios; una compasión que no se embotaba, porque su sensibilidad, a pesar de tantas miserias contempladas, se mantenía siempre fresca y alerta ante cada nuevo sufrimiento, "impresionable como la balanza de un químico"4.

Casi no hay título, entre los muchos de esta autora, donde no se haga alguna alusión a la educación y su importancia, hasta tal punto fue un motivo central de sus preocupaciones y un objeto de constante reflexión y empeño, que ambas cosas iban en ella unidas. Y en cada una de sus obras se pone de manifiesto un aspecto diferente de la educación. Por ejemplo, en una obra bastante temprana, aunque volvería sobre ella en diversas ocasiones y estaba corrigiéndola en sus últimos meses de vida, como La igualdad social y política y sus relaciones con la libertad, alude en diferentes ocasiones a la necesidad urgente de extender los bienes de la educación a todos los estamentos sociales, y ello por diferentes motivos. En primer lugar, porque las diferencias que separan a las clases son cada día más profundas y, siendo la educación el mejor agente nivelador, nadie se cuida de extenderla al pueblo, de manera que la ignorancia y el analfabetismo van embruteciendo cada vez más a quienes los padecen, haciendo más difícil que salgan de ese abismo. La inteligencia, si no se cultiva, se atrofia y no puede desarrollarse. Pero, "¿qué medios tiene de cultivarla el que no dispone de otro patrimonio que un trabajo material abrumador, ni puede ver en ella un medio de romper el círculo de hierro que le encadena a su clase?"5. Y el problema se va agrandando con el tiempo, presagiando un futuro aún menos esperanzador. Sin instrucción, las injustas desigualdades se perpetúan, agravándose hasta el punto de causar una cierta degeneración en las facultades intelectuales de los abrumados por la miseria y por un trabajo excesivo, mecánico y agotador, que vienen a convertirse casi en una raza, ya que "cuando pasan una y otra y muchas generaciones de hombres que no han pensado, sus descendientes tienen menos actividad intelectual, menos inclinación y disposición para pensar"6, por lo que sacarlos de la ignorancia se va haciendo más y más difícil, imposibilitando con ello su progreso. En cambio, los más favorecidos por la fortuna, "la clase que se instruye, no sólo tiene la ventaja de instruirse, sino la de tener mayor aptitud natural para aprender"7, y lo peor es que llegan a preciarse de ello y menospreciar a los que no han gozado de sus privilegios, como si su torpeza en el aprendizaje se debiera a una deficiencia de la naturaleza o a una decisión de la Divina Providencia.

 

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